domingo, 9 de junio de 2013

ANÁLISIS: Ciudad Blanca y Habitat 67



La arquitectura debe hacer frente a los problemas de superpoblación y aglomeración en las grandes ciudades. En el CIAM X (1956), los Team X introducen conceptos que permitan a la arquitectura reflejar la diversidad de los modelos sociales y culturales, para lo que fue necesario poner en crisis definitiva los planteamientos simplificadores de la Carta de Atenas (1928) y descubrir la complejidad de la vida urbana. La Carta del Hábitat pretendía dar un vuelco fren­te a la ciudad racional, una ciudad que tenía que incorporar la diversidad, la transformación, que aceptase el cambio y el dinamismo, imitando el método experimental y empírico del científico, acercándose al mundo de la ciencia, la tecnología y la producción.
Estos edificios resuelven el problema mediante un sistema de agregación modular que dota a las viviendas de la privacidad y el espacio verde propios de las unifamiliares, y las integra en un edificio de disposición abierta que comunica directamente con el medio exterior, al tiempo que facilita la relación entre los residentes en los espacios comunes.

CIUDAD BLANCA

La Ciudad Blanca es obra de Francisco Javier Sáenz de Oiza, está ubicada en la bahía de Alcudia (Mallorca) y fue construida entre 1961 y 1963.
Desde el inicio de su carrera, Oiza se centró en la investigación de los módulos de vivienda social. El bloque de apartamentos que proyecta se articula mediante la organización de piezas cuya disposición se basa en leyes modulares, según los planos fundamentales, por medio de mecanismos de yuxtaposición, superposición y deslizamiento. Es una edificación de cuatro alturas, compuesto por veinticinco módulos de cuatro apartamentos cada uno. Todos los módulos son iguales y se orientan en dirección Noroeste-Sureste, que coincide con las mejores vistas de la bahía.
Los módulos se deslizan entre sí, adoptando una silueta serpenteante sobre el plano horizontal, y también se desplazan en altura formando una sección escalonada. Este trazado discontinuo y ondulante consigue un distanciamiento de las viviendas que les dota de mayor intimidad, logrando lo que parece un conjunto de viviendas unifamiliares. Los apartamentos de la planta baja tienen acceso independiente desde el jardín circundante. En la planta primera se dispone una galería abierta, a modo de calle exterior elevada, configurada por el escalonamiento del terreno, que comunica todos los apartamentos. A este corredor se accede directamente desde el jardín, mediante dos grandes escaleras de hormigón para todo el conjunto. Desde el corredor se accede a los apartamentos en planta primera y de él arrancan las escaleras de caracol que dan acceso a las otras plantas. Todos los apartamentos disponen de terraza.


HABITAT 67

Habitat 67 es un conjunto de viviendas que conforman una comunidad modelo ubicada en Montreal (Canadá). Construido como un pabellón para la Exposición Universal de 1967, fue diseñado por Moshe Safdie como un nuevo modelo de arquitectura para las altas densidades, buscando mejorar la calidad de vida y la integración social, creando un ambiente salubre y digno. Es un ejemplo de arquitectura de alta densidad con un modelo de producción en masa, a través de módulos prefabricados en hormigón armado de iguales dimensiones. Estos módulos y su utilización múltiple logran la adaptación de este modelo a cualquier sitio, independientemente de las condiciones específicas, y además permiten diversas tipologías de pisos, de diferentes tamaños. 
Como concepto es un sistema subdividido en 3 partes:
• Estructura tridimensional urbana;
• Técnica de construcción específica (premoldeado y construcción en masa);
• Adaptación del método a las condicionantes locales.
Habitat 67 comprende 354 módulos idénticos, prefabricados, de formas cúbicas, dispuestas en varias combinaciones, alcanzando hasta 12 pisos de altura. En conjunto, estas unidades crean 146 residencias de diferentes tamaños y configuraciones, cada una formada de una a ocho unidades de hormigón enlazadas y conectada a una terraza privada. Cada módulo funciona de manera independiente y autosuficiente, con total privacidad visual y acústica y aislamiento térmico debido a la duplicación de las paredes, ventanas y pavimentos. La disposición irregular de los módulos, unos sobre otros, mejora el confort ambiental, ya que genera huecos que permiten la circulación de corrientes de viento, y esta superposición también permite que cada piso tenga, por lo menos, una terraza, con un sistema de recogida de aguas pluviales. Cada piso tiene 3 fachadas con vistas externas y grandes ventanas que, junto a la terraza verde, proporcionan integración con el espacio exterior, de modo que se pueda apreciar la naturaleza, y además permiten la entrada de luz directa en el interior y ventilación cruzada en todas las tipologías. Los pisos en su gran mayoría son dúplex pero hay opciones de plantas únicas, que permiten el acceso a cualquier persona, independientemente de su movilidad. Todos los pisos tienen grandes espacios libres internos, con una cantidad de paredes mínimas que la mayoría de las veces son las estructurales de cada módulo; esto hace al piso flexible ya que es posible crear diferentes ambientes, pero no permite grandes modificaciones.
El edificio fue distribuido en 3 bloques, donde cada uno tiene circulación vertical, a través de ascensores y escaleras, y también circulación horizontal mediante pasillos que conectan las plantas a las circulaciones verticales. Los bloques fueran orientados de este a oeste, lo que favorece las vistas hacia el río y permite la entrada del sol durante todo el inverno, mejorando la calidad térmica de los ambientes. Además, el edificio tiene una calle interna, localizada en la parte posterior, que da acceso al aparcamiento, y áreas verdes en toda la planta baja. La integración de los moradores está prevista en las áreas de flujos comunes.
Estas formas entrelazadas, con pasarelas conectadas y terrazas ajardinadas, causantes de un gran impacto visual, fueron claves en la consecución de un entorno tranquilo, privado y natural dentro de los límites de un espacio urbano denso. La variada disposición escalonada de las viviendas garantiza suficiente iluminación y ventilación a cada una de ellas, además de aportar dinamismo y eliminar toda posibilidad de monotonía en la imagen del conjunto. Se trataba de ilustrar de forma práctica una alternativa a la forma en la que la gente reside en las ciudades modernas, intentado combinar aspectos de vivienda individual y colectiva, creando comunidades que más que edificios cerrados en sí mismos constituirían conjuntos urbanos abiertos, barrios capaces de contener todos los servicios necesarios para hacer suficientemente ameno y apetecible el residir en ellos.
En términos de diseño, Safdie se apartó de los proyectos utópicos anteriores; todos partían de concebir una megaestructura en la que se insertarían los módulos de viviendas, que quedarían empotrados y conectados a los sistemas de instalaciones portados por ella. En Habitat 67, la megaestructura queda conformada por las propias unidades de vivienda: cada módulo consiste en un tubo de proporciones rectangulares, dos de cuyos lados son grandes paneles de hormigón armado que funcionan como muros de carga, de modo que pueden sostener a la unidad superior, que será colocada en su lugar por una enorme grúa concebida para la ejecución de este proyecto, dado el enorme peso de las unidades, el cual se iba aligerando al disminuir el grosor de los muros de carga a medida que se ascendía con la construcción. Esta característica, derivada de la supresión de la megaestructura independiente, fue importante porque permitió la erección del conjunto en poco tiempo y eliminó complicaciones adicionales; pero el cambio sucesivo en el espesor de los muros de carga a medida que se asciende contradice uno de los principios básicos de la prefabricación y la industrialización: la estandarización, o sea, incluir la menor cantidad posible de elementos distintos, para poder hacerlo verdaderamente económico.
Sabiendo que al principio este edificio era de vivienda sostenible existen algunas contradicciones como el alto coste de ejecución y los pisos demasiados grandes, pero también existe preocupación con los bajos costos, siendo atendidos a través de la recogida de aguas y el uso de materiales que no necesitan de mucha manutención.


“La originalidad por sí misma no puede ser el criterio para medir la excelencia en la arquitectura” (Moshe Safdie).
 

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